El dilema de la fluidez de una conversación


Con gran ímpetu golpean las puertas del gran palacio. Los soldados de turno investigan con cautela que es lo que esta sucediendo, el capitán de la guardia no puede observar muy bien que es lo que esta provocando esos fuertes sonidos, por lo cual ordena a un soldado averiguar la causa de estos. El soldado al llegar a la puerta ve que es una persona que se encuentra en la edad de la inexperiencia. El soldado le llama la atención.

-        -Muchacho que crees que estas haciendo. Deja de hacer escandalo y vete a tu casa.

-        -¡NO! Quiero una audiencia con el gran rey

-       - Estas escuchando lo que dices ¿Cierto? Eso es imposible, ni siquiera los príncipes más importantes de la nación han logrado obtener una audiencia y tu pretendes que con unos simples gritos su majestad le ponga cuidado. Por favor vete si no quieres ir al calabozo.

-        -¡No me iré hasta que el emperador me atienda!

El soldado informo a su respectiva autoridad y el capitán decidió probar cuanto iba a durar ahí. El joven duraba hasta altas horas de la noche y regresaba cuando los primeros rayos de luz hacían su presentación. Después de tres días así, el capitán decidió arrojarlo al calabozo.

-       - Ese muchacho con unos días en el calabozo debería aprender que la paz del palacio nunca debe ser interrumpida.

En el calabozo el joven rebuznaba debido a que el emperador no era capaz de atenderlo.

-Oh grandísimo rey…pffff patrañas. Un gran rey seria capaz de atender a todos los súbditos que requieran de su presencia.

El joven fue interrumpido por el soldado de la celda.

-Niño deja de hablar solo. Mi capitán decidió dejarte libre. Aprovéchala, todavía estas a tiempo de cambiar tu futuro.

-        -Si claro como digas.

Al salir de la cárcel el joven se dirigió a las famosas plantaciones de manzano que se encontraban afuera de la ciudadela del reino. La soledad y la compañía de la naturaleza hicieron que cayera profundamente dormido bajo la sombra de unos de estos árboles. Al despertar se dio cuenta que una persona estaba al frente suyo. En lo que se despertaba de su letargo se dio cuenta que dicho sujeto era el excelentísimo emperador, este estaba sin guardias, se encontraba completamente solo, el único que lo acompañaba era él.
El joven cuando logro identificar quien era comenzó a realizar reverencias exageradas. El emperador lo detuvo golpeándolo con una manzana en la cabeza.

-       - Cómela muchacho, debes tener hambre. Al parecer querías preguntarme algo. ¿Qué era?

El muchacho simplemente no salía de su asombro. Ese mismo asombro le hizo un reinicio a su cabeza.

-       - La verdad ya no tengo preguntas. Creo que solo quería conocerlo, a menudo se habla de usted en la gran ciudad, así que esto me causo una profunda curiosidad.

-        -Ah eso es normal.

-        -No debería irse su excelencia…

-        -¿Por qué? ¿Quieres que me vaya?

-        -No, solo pienso en su titulo y creo que debe tener muchas ocupaciones.

-        -Eso es cierto. Pero yo determino el tiempo y el espacio, así que para mi no hay problema. ¿Quisieras conversar conmigo?
-        -¿Qué podría hablar con usted? yo solo soy un simple habitante de su ciudad.
-       - Solo deja que fluya…Las mejores conversaciones resultan cuando descubres su propósito a medida que estas se desarrollan.

El joven duro horas hablando con el emperador. Cuando las estrellas hicieron presencia en el cielo, el emperador termino la conversación con una frase que quedo remarcada con fuego en el corazón del joven.

-Muchacho recuerda esto. Yo tengo el poder de controlar cuando decido aparecer y actuar en sus vidas. Pero ustedes tienen el poder de decidir si me dejan actuar.

Prueben y vean que el Señor es bueno; ¡qué alegría para los que se refugian en él!
 Salmos 34:8 NVI

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